quien bautizó a la población con el nombre de su primera hija: Elena, sumándole el nombre del río que lo atraviesa: Nairén. Con un emplazamiento ideal, la Gran Sabana venezolana, Santa Elena cuenta hoy con más de 20000 habitantes.
De la frondosidad del Amazonas a las vastas llanuras de la sabana, Santa Elena es una pequeña localidad al pie de una de las cordilleras más famosas de todo Venezuela: los tepuyes occidentales. Entre ellos, el Roraima sobresale imponente con sus 2810 m de altura.
A pocos kilómetros de Santa Elena, el extenso Parque Nacional de Canaima, con imponentes saltos de agua que coronan a preciosos rios de jaspe: una piedra de color rojizo que utilizan los indígenas para hacer collares, librarse del estrés y en procedimientos religiosos.
Sin embargo, el interés de Santa Elena no radica solamente en la majestuosidad de su paisaje sinó en la riqueza de su suelo.
Diamantes, oro y gasolina
Los principales ingresos de Santa Elena son la mineria de oro y diamante pero se estima que sólo el 30% se declara, mientras que el resto pasa de contrabando a Brasil y a las Guayanas.
La gasolina es también motivo de contrabando en Santa Elena. Dicen que en Venezuela el petroleo es más barato que el agua y lo cierto es que en este país, manantial de petroleo, la gasolina está a precio de ganga. Una circunstancia que muchos aprovechan para lucro personal.
Decenas de brasileños cruzan la frontera a diario para llenar más barato el depósito del vehículo, agudizando el ingenio para sacar la máxima rentabilidad.
Pese a que está regulado los litros permitidos, es habitual adulterar los depósitos para aumentar la capacidad. Se llega incluso a sacar los asientos traseros y aunque hay militares custodiando las gasolineras, con la propina adecuada hacen la vista gorda.
Las colas en las gasolineras son desesperantes. Para llenar un depósito pueden llegar a esperar 5 horas. Los transportistas y los taxistas son los más afectados, dice Oliveira.
Oliveira es taxista y guía turístico. Antes de venir a buscarnos ha pasado por casa de un amigo. Éste le vende gasolina a un precio más elevado pero así no tiene que hacer cola. Han hablado también de un amigo común. Sufrió quemaduras de primer grado tras un cortocircuito en su vehículo adulterado. Los médios dicen que su vida ya no corre peligro pero que quedará irreconocible.
Seguridad extrema
Santa Elena está combulsionada. Es hora punta y los vehículos se amontonan
en las vias principales. También a las puertas de los bancos. Sacar dinero en Venezuela es arduo trabajo.
Hay pocos bancos y la metodología de trabajo lenta. La tarjeta bancaria se asocia al número de célula venezolana (igual al dni) con lo que si uno no es venezolano no puede sacar dinero del cajero y en el banco, con la nueva ley de seguridad de Chavez (una entre tantas) se ve obligado a descubrirse el rostro antes de entrar en la sede. O sea, desprenderse de cualquier pañuelo, gorro o todo lo
que pueda impedir el registro de las cámaras de seguridad, dejar huellas dactilares (pulgar derecho e izquierdo), escaneado de pasaporte, múltiples firmas y foto instantanea con un solo motivo: la seguridad.
Divisas del mercado negro
Precisamente por seguridad, dice la cajera, los bancos venezolanos no manejan dólares. Hay un organismo estatal destinado a ello que intenta combatir el mercado negro.
Aquí, en Santa Elena, cambian dólares, bolívales y reales en cada esquina. Y al doble del precio oficial.
El venezolano no maneja dólares. El estado le da un fondo de 5000 dólares en una tarjeta de crédito que los nacionales sacan en un país extranjero, para poder cambiarlos después en Venezuela en el mercado negro.
Campamentos indígenas
Santa Elena se extiende a través de campos de moriches. Un árbol que utilizan los indígenas para la elaboración de artesanía y para la construcción de los poblados. Tres de esas comunidades las encontramos a lo largo del Parque Nacional de Canaima, que cuenta con piedras precámbicas de más de 2000 años de antigüedad. Así pues ya atravesado el río Kukenán y la rocosidad de Chirikayén, o el gran cacique durmiente como le llaman los indígenas, está la pequeña
comunidad de Kaku Paru.
El estado venezolano dota a estas comunidades de terrenos para la agricultura. Por primera vez, dice Oliveira, no sólo se reconocen los derechos de los indígenas sinó que, además, se hacen respetar. Con Chavez empezó su representatividad parlamentaria e incluso cambió la denominación del día del descubrimiento de América por el de resistencia indígena.
Oficialmente están registradas 148 comunidades indígenas. Sin embargo, muchas ya han perdido gran parte de sus raíces. La
persecución histórica, la marginación y el natural contacto con los criollos han provocado la mutación de la indentidad y muchos han acabado por abandonar su cultura, pudiendo encontrar indígenas con nombres de colonos históricos. Otros intentan preservar sus raices a toda costa, mostrándose hostiles ante cualquier injerencia en su territorio.
"Muchos son reacios al contacto con nosotros. Incluso no han dejado que las autoridades pavimenten los accesos a los poblados.
Dicen que para evitar que les robemos las mujeres", afirma Oliveira. Y es que son habituales los matrimonios mixtos.
A lo lejos se distinguen cortinas de humo. Son pequeños incendios provocados por indígenas para ahuyentar a las serpientes. Aquí las serpientes se encuentran a doquier. Arrastrándose sútilmente por la maleza o cruzando la calzada. Sin embargo, las más temidas son las de agua. Cuentan que una indígena dejó al cargo de su hija un bebé de poco tiempo bajo estricta prohibición de acercarse al rio. La pequeña desobedeció y dejó al bebé jugando en el agua. Al rato una serpiente lo atacó, enrrollandose para tragárselo después.
Volvamos al poblado. Un joven está sentado a la sombra de un gran árbol. Trabaja en la cerbatana, arma para la caza de pájaros que puede llegar a
alcanzar los 3 metros. En un alarde de magistral punteria alcanza a darle a una diana que tiene a no pocos metros. A su lado, una adolescente llama nuestra atención para vendernos artesanía. Sobretodo collares de jaspe que, en realidad, son fetiches de protección, símboles del amor o contenedores de fuerzas de la naturaleza, entre otras cosas.
Los indígenas gozan de formar parte de un todo junto a la naturaleza, participando de los cuatro elementos con total armonia. De manera que todo está bien si se mantiene el equilibrio entre todas las fuerzas.
Precisamente la manutención de esa armonia es uno de los retos del presente y del futuro. El cada vez mayor desarraigo cultural y el aumento del alcoholismo entre la población indígena amenaza por romperla. Aficionados al aguaardiente, aquí se encuentra barato. Santa Elena es puerto libre, o sea, territorio donde se aplican menos impuestos.
De la frondosidad del Amazonas a las vastas llanuras de la sabana, Santa Elena es una pequeña localidad al pie de una de las cordilleras más famosas de todo Venezuela: los tepuyes occidentales. Entre ellos, el Roraima sobresale imponente con sus 2810 m de altura.
A pocos kilómetros de Santa Elena, el extenso Parque Nacional de Canaima, con imponentes saltos de agua que coronan a preciosos rios de jaspe: una piedra de color rojizo que utilizan los indígenas para hacer collares, librarse del estrés y en procedimientos religiosos.
Sin embargo, el interés de Santa Elena no radica solamente en la majestuosidad de su paisaje sinó en la riqueza de su suelo.
Diamantes, oro y gasolina
Los principales ingresos de Santa Elena son la mineria de oro y diamante pero se estima que sólo el 30% se declara, mientras que el resto pasa de contrabando a Brasil y a las Guayanas.
La gasolina es también motivo de contrabando en Santa Elena. Dicen que en Venezuela el petroleo es más barato que el agua y lo cierto es que en este país, manantial de petroleo, la gasolina está a precio de ganga. Una circunstancia que muchos aprovechan para lucro personal.
Decenas de brasileños cruzan la frontera a diario para llenar más barato el depósito del vehículo, agudizando el ingenio para sacar la máxima rentabilidad.
Pese a que está regulado los litros permitidos, es habitual adulterar los depósitos para aumentar la capacidad. Se llega incluso a sacar los asientos traseros y aunque hay militares custodiando las gasolineras, con la propina adecuada hacen la vista gorda.
Las colas en las gasolineras son desesperantes. Para llenar un depósito pueden llegar a esperar 5 horas. Los transportistas y los taxistas son los más afectados, dice Oliveira.
Oliveira es taxista y guía turístico. Antes de venir a buscarnos ha pasado por casa de un amigo. Éste le vende gasolina a un precio más elevado pero así no tiene que hacer cola. Han hablado también de un amigo común. Sufrió quemaduras de primer grado tras un cortocircuito en su vehículo adulterado. Los médios dicen que su vida ya no corre peligro pero que quedará irreconocible.
Seguridad extrema
Santa Elena está combulsionada. Es hora punta y los vehículos se amontonan
Hay pocos bancos y la metodología de trabajo lenta. La tarjeta bancaria se asocia al número de célula venezolana (igual al dni) con lo que si uno no es venezolano no puede sacar dinero del cajero y en el banco, con la nueva ley de seguridad de Chavez (una entre tantas) se ve obligado a descubrirse el rostro antes de entrar en la sede. O sea, desprenderse de cualquier pañuelo, gorro o todo lo
Divisas del mercado negro
Precisamente por seguridad, dice la cajera, los bancos venezolanos no manejan dólares. Hay un organismo estatal destinado a ello que intenta combatir el mercado negro.
Aquí, en Santa Elena, cambian dólares, bolívales y reales en cada esquina. Y al doble del precio oficial.
El venezolano no maneja dólares. El estado le da un fondo de 5000 dólares en una tarjeta de crédito que los nacionales sacan en un país extranjero, para poder cambiarlos después en Venezuela en el mercado negro.
Campamentos indígenas
Santa Elena se extiende a través de campos de moriches. Un árbol que utilizan los indígenas para la elaboración de artesanía y para la construcción de los poblados. Tres de esas comunidades las encontramos a lo largo del Parque Nacional de Canaima, que cuenta con piedras precámbicas de más de 2000 años de antigüedad. Así pues ya atravesado el río Kukenán y la rocosidad de Chirikayén, o el gran cacique durmiente como le llaman los indígenas, está la pequeña
El estado venezolano dota a estas comunidades de terrenos para la agricultura. Por primera vez, dice Oliveira, no sólo se reconocen los derechos de los indígenas sinó que, además, se hacen respetar. Con Chavez empezó su representatividad parlamentaria e incluso cambió la denominación del día del descubrimiento de América por el de resistencia indígena.
Oficialmente están registradas 148 comunidades indígenas. Sin embargo, muchas ya han perdido gran parte de sus raíces. La
"Muchos son reacios al contacto con nosotros. Incluso no han dejado que las autoridades pavimenten los accesos a los poblados.
A lo lejos se distinguen cortinas de humo. Son pequeños incendios provocados por indígenas para ahuyentar a las serpientes. Aquí las serpientes se encuentran a doquier. Arrastrándose sútilmente por la maleza o cruzando la calzada. Sin embargo, las más temidas son las de agua. Cuentan que una indígena dejó al cargo de su hija un bebé de poco tiempo bajo estricta prohibición de acercarse al rio. La pequeña desobedeció y dejó al bebé jugando en el agua. Al rato una serpiente lo atacó, enrrollandose para tragárselo después.
Volvamos al poblado. Un joven está sentado a la sombra de un gran árbol. Trabaja en la cerbatana, arma para la caza de pájaros que puede llegar a
Los indígenas gozan de formar parte de un todo junto a la naturaleza, participando de los cuatro elementos con total armonia. De manera que todo está bien si se mantiene el equilibrio entre todas las fuerzas.
Precisamente la manutención de esa armonia es uno de los retos del presente y del futuro. El cada vez mayor desarraigo cultural y el aumento del alcoholismo entre la población indígena amenaza por romperla. Aficionados al aguaardiente, aquí se encuentra barato. Santa Elena es puerto libre, o sea, territorio donde se aplican menos impuestos.
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