miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los misterios de la Gran Sabana


Desde el mirador del Oso se tiene una vista colosal de los tepuyes: del Roraima, el Kukenán, el Yuruaní, el Hudaka Piapó, que parece un pulgar, el Kaonín, el Icú y, finalmente, el Tramén. O lo que es lo mismo, la gran coordillera montañosa que enorgullece a la Gran Sabana.
Aquí muchos aseguran que existen puntos de energía, mágia e incluso observatorios de ovnis.

Roberto es el dueño de una agencia de turismo llamada Mystic. Enamorado de la Gran Sabana asegura haber vivido aquí en una vida anterior. "Tuve un sueño donde sobrevolaba los tepuyes y entonces decidí venirme", afirma. Desde entonces, ha publicado diferentes libros de sucesos paranormales y ahora está preparando un libro sobre ovnis.
Francia acude a menudo a su oficina. Es una odontóloga que asegura tener un don. Un don que le permite sanear a los demás. Descubrió sus poderes en la infancia y después de seguir los cursos pertinentes aquí mismo, en la Gran Sabana, empezó "a caminar hacia la luz", afirma. Asegura que su don le incrementa la percepción. Mi capacidad de empatia incluso me ha perjudicado, dice. En su casa nunca la entendieron y la acusaban de ser la causante de las desgracias que ocurrían."Elegí entre todos los caminos, el camino del bien, para conmigo misma y el compromiso de mostrarlo a los demás", continua.
Para mostrárnoslos, dice, Francia nos invita a una sesión un tanto especial. Un pequeño grupo de seis personas se reune de martes a viernes para participar de estas sesiones de sanamiento.



Sesión de curación


Desprendiéndome de cualquier objeto metálico ya que, al parecer, repelen los poderes, entro en una pequeña habitación de un complejo del centro de Santa Elena. Dentro hay dos sanadores que me invitan a tumbarme en una camilla.
Me van a dar paz, dice una señora de mediana edad y vestida con bata blanca. Para eso tengo que cerrar los ojos. Me van a tocar tres puntos de energia:las sienes, el tercer ojo y los pies.
El proceso empieza. Siento una ligera presión en la cabeza y me invade un fuerte olor a talco. Procurando que no se note demasiado, abro mi ojo izquierdo y puedo ver como mi sanadora principal mueve las manos de forma circular a lo largo de mi cuerpo, mientras el sanador secundario hace lo propio, pero por debajo de la camilla. Estan muy serios, concentrados.
Lo cierto es que empiezo a relajarme, sobretodo cuando me presiona los pies. La sala está tan silenciosa que sólo oigo mi respiración.
Pienso en mis ejecutores. Y en como han dedicado su vida a esta creencia. Para Francia su don comporta una gran responsabilidad: hacer que la gente cambie. El mundo va demasiado deprisa y va mal, dice. Sin embargo, para ella y su grupo esto es bueno porque incrementa la predisposición de la gente a participar de sus ideas. Y así, en mitad de mis pensamientos y sin saber cuanto tiempo ha pasado, escucho en voz baja, casi en un susurro, ya puedes levantarte. Ve en paz.
Abro los ojos y frente a mi, mi sanadora con una amplia sonrisa me pregunta, ¿como estás?
Relajada, contesto, sin saber muy bien que decir. Ya se ha acabado mi curación así que salgo de la sala. Fuera está lloviendo, fina pero fuertemente. Después de registrarme en una especie de libro de clientes marcho a mi hostal, preguntándome que tipo de experiencia acabo de tener exactamente. Cuelgo mi atrapa sueños, por si acaso, para dejar escapar los malos espíritus que hayan podido quedar.

Atrapasueños
Un líder espiritual Lakota tuvo una visión. El gran maestro se le apareció en forma de araña y le habló de los círculos vitales de la vida y de la evolución del hombre. También de las buenas fuerzas, de las malas y de como es responsabilidad del hombre seguir por el buen camino. Así nace el atrapasueños, un círculo sagrado tejido como si fuera una telaraña y con un agujero en el centro por el que, dicen los índigenas, escapan las pesadillas.

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